martes, 26 de febrero de 2008

Salvemos al Ciudad de Huelva


Sé que no llegaré a mucha gente, pero creo que debo explayarme aquí sobre la realidad del baloncesto onubense. Vivimos una era de estrés mediático, de intereses creados y de barreras en forma de pulso político que impiden ver más allá de los árboles al borde de la carretera. Pero, a lo largo de mi trayectoria vital, siempre he mantenido mis principios y el ingrediente básico de la fórmula para conseguirlo es muy sencillo: tener memoria histórica y darle a cada uno lo que se merece en cada momento.


Es el caso del Club Baloncesto Huelva. Amigos, compañeros y conocidos míos se manifiestan hoy en favor del Ciudad de Huelva, para que la ilusión que ha generado a lo largo de tantos años no se desvanezca como la promesa de un político. Precisamente éstos se lo han cargado. Y la indiferencia del pueblo onubense, claro. No se puede ir a ver a un equipo de tu ciudad sólo cuando va bien, o sea, en los play offs y, para más inri, en la eliminatoria por el ascenso. No es así como se crea un club ganador, un Unicaja o un Gran Canaria o un Iurbentia Bilbao. No.


Al equipo de tu ciudad, llámese Ciudad de Huelva o Cajahuelva (eso es lo de menos), hay que apoyarlo siempre desde la base, desde el núcleo familiar, convirtiendo el día del partido en una excursión maravillosa, como hacen los americanos y como se hace en el fútbol español. La afición tiene que estar siempre presente y de forma contundente, para callarle la boca a los advenedizos con corbata que reprochan: "El baloncesto no vende", o "¿Para qué voy a poner dinero si vienen cuatro?".


Este razonamiento me lleva al segundo culpable de la enfermedad terminal de mi querido CB Huelva: la Administración regional, local y estatal. Como entidades públicas, tienen el deber de apoyar económicamente y moralmente (moral=búsqueda de patrocinadores privados) a este club que, no olvidemos, ha jugado dos play offs por el ascenso en los últimos cuatro años (por cierto, maldito churro de canasta el de aquel gordo seboso hace ya 10 años que sigue pesándonos como una losa) y es el más veterano de la Liga LEB.


Otra víctima de este tercer grado: las empresas de Huelva. No me creo que en una provincia que genera miles de millones de euros en turismo, comercio, industria (Cepsa, Atlantic Copper, Fertiberia... ¿Dónde están esos contaminadores cuando se les necesita?) y agricultura (fresas, naranjas, arándanos, productos ecológicos...) no haya dinero para mantener a un modesto club de Segunda división de baloncesto. Pero es peor: no hay empresarios que quieran dar la cara en ruedas de prensa por el baloncesto, que quieran verdaderamente luchar día a día por lograr el sueño de la ACB. Sólo hay Recre, Recre y Recre.


La Federación Española tampoco es ajena a este problema: los clubes pagan un dinero por jugar en sus ligas, por lo que la FEB ya debería haberse reunido con el alcalde de Huelva para buscar soluciones que pasan siempre por un concierto entre iniciativa privada y pública. Sólo nos queda rezar por que haya cinco héroes en la plantilla que quieran quedarse y salvar la temporada. Y por que la gente hoy se movilice y que los medios de comunicación les hagan caso. El CB Huelva juega en la avenida de las Fuerzas Armadas y eso es lo que necesita, un ejército de almas que griten a los cuatro vientos que el sur baloncestístico también existe y que hay cosas en la vida por encima de las promesas banales, la hipocresía y los enfrentamientos ideológicos. Se está jugando con la ilusión de un niño que coge el balón cada día para entrenar con su equipo del colegio; se está jugando con el esfuerzo de una cría que quiere saltar más que nadie para coger un rebote; se está jugando con la dedicación de unos padres que inculcan los valores del deporte de equipo a sus hijos para hacerlos mejores personas; se está jugando con el trabajo arduo y sordo de cientos de árbitros, jueces de mesa, operarios de mopa, animadoras, 'speakers', etcétera, que dejan su vida cada fin de semana para asumir su rol en el engranaje del baloncesto onubense. Se está jugando con la destrucción de un legado inigualable que va de la figura de Cristóbal Rojas a la cantera del Atalaya, pasando por los grandes momentos en el Estrada, con ascenso y posteriores canastas de Djordjevic, Herreros y Arlauckas incluidas.


Y todo eso está por encima de la burocracia, las reuniones con sonrisa falsa y los desprecios de analfabetos que creen saber hacer la 'O' con un canuto y en realidad sólo esconden su ignorancia con un cargo que le viene demasiado grande. El Ciudad de Huelva no es una marca. Es un sentimiento unido por el fervor de muchas personas que, aunque no se refleje en la asistencia al pabellón cada viernes, cristaliza en el amor por el deporte y sus hazañas lejos de la corrupción del fútbol, lejos de la mediocridad y muy cerca de los corazones de un colectivo que clama al cielo para que el segundo emblema deportivo más importante de la ciudad no desaparezca por la estupidez de unos pocos. Ahora, más que nunca, salvemos al Ciudad.

Gasolazo al final de la colina


Mientras mis compañeros y, sin embargo, amigos de Ceimagen hablan todavía sin cesar del 'Kanoutazo al final de la Palmera' refiriéndose al derbi Betis-Sevilla de Copa de la pasada campaña, yo ya he hecho mi propia adaptación: "Gasolazo al final de la colina (de las estrellas)". Los números refrendan la buena decisión tomada por los jefazos de la franquicia angelina: desde la llegada de ET, ocho victorias seguidas y a por la novena esta noche frente al jovial equipo de Sergio Rodríguez.


Pau elogia la organización que recorre de parte a parte a los LA Lakers, desde la sonrisa del utillero hasta la palmadita en la espalda del propietario, pasando por esos aficionados que se abalanzan sobre su maltrecha espalda pidiendo a gritos una foto o una firma de cualquier forma. Sólo hay que observar al equipo de preparadores físicos: uno de ellos no le quita ojo y le ha dado una tabla de ejercicios que debe hacer antes de los partidos. Como si estuviéramos en Rocky 2, el rústico entrenador sale con él a la cancha del Staples Center, le amarra los brazos y las piernas y le invita de forma contundente a realizar desplazamientos laterales, hacia delante y hacia atrás. Tiene que pasar del Robocop actual a un Nureyev de la canasta.


Los '(Phil) Jackson Eleven' han detectado el talón de Aquiles de Gasol: su lentitud en los desplazamientos defensivos y no han tardado en ponerle a un perro de presa para mejorar ese aspecto. Y él, jodido, cansado, pero encantado. No en vano Kobe no deja de echarle flores, olvidándose de su super-ego, y Lamar Odom ya se siente mejor persona. Y con el peliculero Fisher de base; Farmar poniendo una intensidad digna del 'Mike'; Turiaf haciendo los gestos contundentes que todavía le faltan a Pau; Vujacic y Radmanovic reivindicando sus apellidos y el inminente regreso del 'center' Bynum, el hombre que falló la canasta más importante de la historia de la selección española tiene ante sí una buena forma de resarcirse de ese craso error: llegar a las Finales de la NBA, ganarlas y luego, contagiar de ese espíritu ganador de máximo nivel a sus compañeros en Pekín y terminar el ciclo con un oro olímpico que terminaría por cerrar todas las heridas aún abiertas en nuestro sentimiento más patriótico.


Y ese salto de calidad defensivo que dará Pau en los Lakers le viene muy bien a su hermanito Marc, que debe coger el testigo cuando el mayor de los Gasol, cansado de tanta competición y de tanta percusión bajo los aros, se retire de la selección dentro de poco tiempo. Mientras tanto, disfrutemos de lo lindo de la interacción entre la barbucha de Pau, las cejas de Jack Nicholson y los recuerdos del 'showtime' de Magic, Worthy, Byron Scott y Abdul Jabbar, que se entremezclan con un presente ilusionante, emocionante que, como dice Santiago Segurola, reverdece los mejores laureles de esta liga con un soñado Lakers-Celtics en las Finales. Así sea.