lunes, 22 de septiembre de 2008

Oscuros tiempos


ETA vuelve a matar. La crisis se carga a cientos de empresas. El trabajo son números, ríos de tinta mojada que sirven de juego de niños para los políticos pusilánimes, apoltronados en su puesta en escena diaria, confiados en que un huracán no se llevará todos los pactos con el diablo ni las promesas incumplidas ante ciudadanos que se dejan la piel cada día por cuatro duros. Hoy no puedo hablar de baloncesto. No tengo ánimo. Sólo puedo pensar en las amistades que se pierden, en lo absurdo de cultivar relaciones para después quedarse con una llamada de teléfono o un e-mail cada seis meses.

Supongo que cada uno cuenta la vida como le va. Todo son risas si te levantas a las siete de la mañana y, de vez en cuando, te dan una palmadita en forma de ascenso o de aumento de sueldo. Supongo que si una empresa tiene Liga propia es para estar contento. Qué bonito. Y, así, el sistema adormece a las otrora mentes revolucionarias y las convierte en una suerte de agujero negro por donde sólo entran los engaños conscientes y los dardos envenenados con chantajes emocionales, con la comodidad del guerrero que ha llegado a su Arcadia particular y se olvida de que un día fue pobre, fue sucio en apariencia, pero limpio en la mirada. Ahora los ojos despiden fuego de páramo desierto. No hay nada detrás de las promesas partidistas, de las convenciones, de las reuniones a las 9:00, de los desayunos con los compañeros, de los atascos... Sólo la certeza de que, dentro de ocho horas, podré abrazar a mi esposa y besar a mi hijita.

Hoy no hablo de baloncesto. Sólo de la gente que pasa por el aro, que comulga con la explotación laboral, que mira para otro lado cuando su vecino está matando a un familiar, que no responde nunca ante un 'buenos días' dicho desde el corazón. Somos animales. Incluso en la cancha. Sólo pensamos en devorar (mitos, leyendas, mujeres...), en destripar todo lo bueno que han hecho los prohombres, en convertirnos en lo que odiábamos (hasta Lech Walesa llegó a convertirse en político, en demagogo). Y, al final, sólo quedan los recuerdos de la niñez para refugiarse de esta tempestad de estupidez, de trigo sucio, de leyes modificadas a golpe de pandereta, de oposiciones manipuladas, de envidias tontas y de soberbias empresariales.

El empresario. Menudo pájaro. Menuda víbora. Cuanto más tiene, más quiere, y en esa espiral arremete contra todo lo que cree que puede ser un obstáculo para llenarse la barriga y comprarse un coche cada vez más grande y brillante. Lo importante para este especimen es salir bien en la foto y tener la mejor mesa en el evento de turno. Pero luego no le pidas que improvise, no solicites un discurso suyo sin antes haberlo consultado con sus asesores.

Los asesores. Ja. Otra figura denigrante. Personas que dictan en la sombra lo que un bobo tiene que espetar al gran público. Todos quieren llegar a ser asesor y, cuantos más asesores tienes, más importante eres, ¿verdad, Manolo? ¿verdad, Gaspar? Cuesta vivir con un entramado tan complicado encima tuya: "Hay que tener cuidado con lo que dices, porque este consejero es amigo del banquero 'Fulano', que a su vez tiene negocios soterrados con el empresario de la construcción 'Sultano', el cual es cuñado del mismito presidente y está casado con una médico que se va de congresos gratis a cambio de grandes cantidades de dinero para recetar una pastilla del laboratorio 'X', a la cual está abonado el teniente alcalde, que es mano derecha de la presidenta del partido. Así que cuidadito con lo que dices por esa boca...".

¿De verdad queremos vivir en un mundo así? ¿Qué futuro le vamos a dejar a nuestros hijos si, para criarlos, tenemos que agachar la cabeza, comulgar con ruedas de molino, poner el culo cinco días a la semana y reirle las gracias a tu jefe de área? ¿Es que esto no va a explotar por algún lado, como diría el sabio don Enrique Bernabé? Hasta entonces, seguiré refugiado en la canción 'Happy Children', en la saga de 'Rocky', en unas cuantas personas a las que el virus del capital-individualismo no le ha entrado todavía en las venas y en las canchas y vídeos de baloncesto.