jueves, 25 de junio de 2009

Que viene el lobo


En la vida se especula, se dice, se piensa, se habla, se disiente... Podemos decir que los dimes y diretes son el deporte nacional. Cuando todos los 'entendidos' del periodismo baloncestístico patrio decían que Ricky Rubio sólo tenía dos opciones posibles para jugar en la NBA (Oklahoma o Sacramento), llega el cuchillo entre los dientes del lobo feroz, es decir, Minnesota Timberwolves.


Ricky Rubio llega a un equipo que no tiene entrenador después del despido de Kevin McHale y puede convertirse en el jugador franquicia si al final decide quedarse en la NBA. Eso sí, debe tener paciencia para asentarse en una entidad en plena reconstrucción que, a día de hoy, tiene como sueño maravilloso poder jugar los playoffs. Atrás han quedado jornadas de cábalas interminables, en las que el niño de El Masnou parecía más bien el típico esclavo con buena dentadura que, en otros tiempos, se colocaba en una palestra y era objeto de una subasta obscena con manos nerviosas soltando dinares, dracmas o monedas de oro. Bueno, la diferencia es que aquellos se daban con un canto en los dientes si su amo no les pegaba con el látigo, y el nuevo Pete Maravich se tendrá que conformar con ganar varios millones de euros por pegarse todo el año viajando y jugando a basket.

Ahora todo queda abierto: o juega en los Wolves previo acuerdo con Villacampa para bajar su leonina cláusula de rescisión o bien es traspasado a otro equipo (¿New York Knicks?). Hay una tercera vía, que es responder a los cantos de sirena florentinianos y jugar de blanco a las órdenes del mejor entrenador de Europa. Ya sabemos que noy hay cláusula que se le resista al ratón Pérez.

Esa mezcla entre componente de los Jonas Brothers y Macario se convierte en el jugador español que más alto ha resultado elegido en el 'draft' tras Pau Gasol, que en 2001 fue seleccionado por los Atlanta Hawks en la tercera posición. Inmediatamente, la franquicia de Georgia traspasó al por entonces jugador azulgrana a los Memphis Grizzlies a cambio de Shareef Abdur-Rahim. ¿Pasará lo mismo con el nuevo Borjamari del baloncesto español con permiso de Rudy? El tiempo pondrá la canasta en su sitio...

miércoles, 17 de junio de 2009

La fuerza del bambú dorado


Año 1999. Laura y yo decidimos irnos de viaje a Lisboa en verano, durante los pocos días de vacaciones que tenía en aquel Odiel que funcionaba como un exprimidor a toda potencia. Yo no andaba muy católico, puesto que había sufrido un esguince en el trayecto hacia la cancha y tuve que pasar cuatro días en reposo absoluto. Pongo la tele y escucho que hablan de Lisboa. ¡Qué casualidad! Unos muchachos desgarbados se plantan en semifinales y les bailan el agua a Argentina. El último obstáculo hacia el oro, Estados Unidos, como casi siempre. Mi pierna se dormía. Mi amigo Emilio me visitaba, como casi siempre, para ver los grandes encuentros de baloncesto juntos, y nuestra actitud era la de casi siempre: "A ver si no perdemos de 20". Como todo el mundo sabe ya a estas alturas, aquel domingo del verano de 1999 comenzó una nueva era dorada en el deporte español, una ilusión incontenible por el sonido del balón cruzando una red atada a un aro que ha ido 'in crescendo' hasta llegar al éxtasis del anillo de Pau.


En aquellos tiempos de esguinces, viajes mirando la peseta y televisor con tubo de imagen, los nombres de Navarro, López, Reyes, Berni, Cabezas (su triple fue crucial en la final) y Gabriel, entre otros, cobraban vida a través de las emocionadas palabras de Pedro Barthe. Fue el salto de calidad del que hoy vemos el fruto. Gasol ha crecido como un bambú ante cada cambio climático en forma de banquillo, entrenador prepotente, lesiones o vientos de individualismo. Pablo Gasol ha sabido reinventarse en tres ocasiones en los últimos 10 años.


Primero, supo salir del papel de segundón de aquella selección de Sáinz de Aja para rebelarse como estrella indiscutible de la ACB el año del cambio de siglo. Nuevos tiempos llegaban a las canchas de este país. Un chico que tiraba de tres, mataba, se iba por velocidad de cuantos rivales se ponían delante... Era carne de grandes cosas. Quizá Lolo debió convocarlo para Sidney 2000. A lo mejor hubiese evitado aquel fracaso.


Mientras yo maltrataba mis tobillos saltando y engordando en la cancha del García Lorca, el hombr de la nariz aguileña era nombrado número 3 del draft por Atlanta Hawks. Mientras la explotación laboral seguía en los periódicos locales, él mejoraba su contrato ostensiblemente en Memphis y le meaba en la cara a Kevin Garnett. Cuando yo trataba de parar las arrancadas de Lolo en las pachangas, este chico de Sant Boix de Llobregat jugaba contra Michael Jordan.


Mientras Laura y yo mirábamos el cielo de Huelva tras un bocata en el Savarín, él se convertía en toda una estrella del firmamento americano. Yo tuve otro esguince y él seguía conteniendo como podía las críticas por 'soft'. A él le hicieron una canción muy crítica y yo le canté a Laura 'Debajo de la almohada' cierto 3 de junio inolvidable... A pesar del micrófono. Ya se palpaba la segunda reinvención del fan de los Estopa.


Llegaron las medallas cada verano mientras yo soñaba con que la profesión del periodismo fuese como la selección española: una piña, en trabajo y en reconocimiento. Y, en septiembre de 2006, todos nos olvidamos de las lesiones que habíamos sufrido en el cuerpo y en el alma para mimetizarnos con el barbado gigante que, en silla de ruedas, lloraba desconsolado porque se había quitado la espina de Lisboa: a pesar de no jugar la final, fue el gran protagonista, el Cid Campeador que apretó a los españoles en un puño victorioso.


El bambú iba creciendo, seguro, hiniesto, utilizando la suerte del viento para salir catapultado en la dirección deseada desde sus ancestros. Él siempre dice que había soñado con ganar tal o cual cosa, pero en realidad es un buen samaritano del basket: está haciendo realidad el sueño de todos nosotros. Y dentro del sueño, hay duermevela y pesadilla en forma de balón que se sale del aro, de grito seco que rompe una expectativa celebrada antes de tiempo ante una selección rocosa, veterana y muy inteligente. Rusia le hizo un favor a Gasol: dejarle un reto por conseguir para que, como Jordan, no se retire demasiado pronto por hastío de gloria.


La hoz de Kirilenko y compañía segó el bambú, pero no del todo. Quedó un hálito de vida y se regeneró como Lobezno, sacó sus garras y forzó su salida desde el estado del whisky hasta las luces de neón de Hollywood, mientras yo dejaba la estatua de Colón y abrazaba la Torre del Oro. La sonrisa de Magic quedó obsoleta y en Los Ángeles empezó a llevarse la barba y las greñas. El nuevo Bill Walton llegó a la ciudad y casi recitó el mantra de Julio César.


Y llegamos al presente. Stan Van Gundy toma malas decisiones, Howard siente los golpes cansinos del bambú y la cosecha no puede ser mejor en tiempos de crisis. Cuando media España anda medio deprimida, desayunando churros los lunes a las 11:30 y leyendo el periódico durante dos horas en el bar de la esquina consumiendo sólo una cerveza con aceitunas, una explosión amarilla nos devuelve a la alegría de otros tiempos, a la ingenuidad de la niñez y todos queremos ser ese hombre desgarbado que abraza la carne de Kobe y se olvida de mencionar a Fernando Martín en las dedicatorias. Te perdonamos, porque, mientras yo voy tirando de colaboraciones periodísticas y me he adaptado a la vida marital después de dar algunos tumbos, tú, hombre lánguido y misterioso, has destapado el tarro de las esencias baloncestísticas en tu tercera reinvención. Hace tiempo que no tengo ningún esguince, pero sigo esforzándome por reunirme con otros individuos los martes por la tarde para rendirte pequeños homenajes, para mantener viva la llama que has prendido para siempre.


La normalidad vuelve a las canchas y yo seguiré empeñado en mejorar mi defensa. No importa lo que ocurra en el futuro. El viento ha amainado y sopla una suave brisa. En el campo de los sueños sólo se divisa una planta, que sobresale por encima del resto de seres vivos. Es el bambú, esbelto y precioso con las primeras luces del alba, cobrando un bello e irresistible color dorado.