martes, 14 de agosto de 2007

La canasta de celuloide


Parece que un actor de Hollywood tiene que dedicar su plano personal a perderse en antros de vicio y perdición, casarse y divorciarse de manera compulsiva y visitar de vez en cuando alguna que otra clínica de rehabilitación. Sin embargo, existe un grupúsculo no tan reducido que prefiere llevar una vida sana y practicar penetraciones de otro tipo. Es el caso del deseado Leonardo Dicaprio, que hasta hizo una peli con bastante enjundia con el baloncesto como protagonista (Diario de un rebelde, 1995) con el título original The basketball diaries.

Mucho más vehemente era la interpretación del 'coach' Nick Nolte en Ganar de cualquier manera (1994), filme que ahondaba en la parte oscura del baloncesto universitario, las manipulaciones, los chantajes emocionales y el dinero como antídoto de las emociones (recordar a un lacónico y delgadísimo Shaquille O' Neal con Penny Hardaway como compañero en el equipo de la película y en el Orlando Magic de la época). Nolte es la excepción que confirma la regla, demostrando que el alcohol de Palm Beach es compatible con el cinco contra cinco.

Hablando de mentores con personalidad, memorable fue el papel de Samuel L. Jackson en Coach Carter (2004). El filme está inspirado en la vida real del controvertido entrenador de baloncesto Ken Carter, que en su segundo año en el Instituto Richmond de California, y con un equipo imbatido con 13 victorias, decidió que sus jugadores no jugarían los siguientes dos partidos y en su lugar estudiarían para los exámenes trimestrales por el bajo nivel académico que tenían.

Dicaprio, Nolte y Jackson se unen a dos pillos del mundo actoral americano en su devoción por el deporte de la canasta: Woody Harrelson y Wesley Snipes, que no necesitaron dobles para protagonizar Los blancos no la saben meter (1992), metiéndose de lleno en el playground de apuestas, pistolas y dólares. La vida sigue siendo maravillosa para Snipes, que continúa saltando con rebote incluido en la saga Blade.

Pero hay dos referencias básicas en la canasta de celuloide y ambas coincidieron con la época dorada de la NBA hecha carne en Magic, Bird, Jordan, Ewing, Barkley, Drexler, Dr. J, Wilkins, English, Thomas y Abdul-Jabbar. Hablamos, of course, de Teen Wolf, De pelo en pecho (1985) y Hossiers, más que ídolos (1986). La primera es la enésima representación del sueño americano con el eterno adolescente Michael J. Fox demostrando que la individualidad (peluda o no) en la cancha no sirve de nada (que aprenda el 'ex-wolf' Kevin Garnett).

La segunda es, posiblemente, la mejor película que se ha hecho nunca sobre basket, con actores vigorosos y visos de drama de altura. Sólo hay que recordar el elenco: Gene Hackman, Barbara Hershey, Dennis Hopper... Una oda al baloncesto profundo, de tableros de madera y público entregado. Tampoco hay que olvidar Una mala jugada, de Spike Lee, descubriendo a Ray Allen.

Hay otras pelis menores como Eddie (1996) con Whoppie Goldberg como surrealista entrenadora de los Knicks o Air Bud (1997) con Perro 'Robinson' como estrellita. Otros títulos canasteros son Hoop Dreams, El Sexto Hombre, Space Jam, Amor y baloncesto, Camino a la gloria, Una tribu en la cancha, Una pandilla de altura (con su secuela), etc... Y desde aquí, pido una peli de basket para Scott Speedman, protagonista de Underworld, que se recorrió Estados Unidos con su coche parando en todas las canchas que se encontraba por el camino y jugando con los habitantes del lugar. ¡Eres mi ídolo, Hombre Rápido!

viernes, 10 de agosto de 2007

Marketing de oro


Gasol se afeitó la barba y todos bailamos ya la canción de Estopa con la típica sonrisa de juerga de fin de semana. Alrededor de la selección se ha creado una nube de acciones de marketing que quieren vender el producto de la 'eñemanía' de manera casi virulenta (José Carlos debe tener ya una úlcera por cómo se ha propagado el término 'ÑBA' que tanto odia) a pocos días del comienzo del Eurobasket cañí.


Lo cierto y verdad es que el baloncesto se respira en La Sexta y, sobre todo, en la prensa escrita, pero este seguimiento no tiene su traslación a la calle. El pabellón de Santiponce, a pocos kilómetros del templo de San Pablo donde Rudy hará los primeros 'alley hoops' serios, sigue siendo un pobre páramo al que sólo le falta la bola de paja rodando, como en 'Infierno de Cobardes'. Parece que en cualquier momento va a llegar el 'Predicador' con su sombrero caído mirando de forma desafiante. Parte buena: tengo un pabellón cubierto con seis canastas todito para mí, para entrenar el tiro cual Petrovic en Sibenik. Parte mala: el baloncesto es un deporte de equipo que no podemos practicar yo y mi sombra.


El otro día vinieron dos chavales de menos de diez años y uno ¡DE CINCO AÑOS! interesándose por esto de la canasta (sic)... Acabé jugando una bombilla con ellos (lamentable, como diría José Carlos). Además, este finde no voy a Huelva, porque me visitan mis colegas Juanma y Esteban (aprende, Justo), así que faltaré a la Homilía semanal de Lolo, Migue, David, Damián y cía.


Por cierto, enhorabuena a todos los que hacemos posible 'Anystar' por ese partidazo de cuartos de final, en el que perdimos sólo de un punto con los júniors de oro (yo no pude jugar porque José Carlos cometió el error de casarse). Puñetero arbitraje (perdóname, Esteban). En fin, que quiero ser profeta del basket en la tierra de Itálica, pero aquí sólo se habla del Centenario del Betis y de lo bien que se lo pasa uno en las playas de Huelva los fines de semana (sí, amigos sevillanos, Matalascañas TAMBIÉN es una playa onubense, aunque no os entre en esa cabezota prepotente y os empeñéis en formar atascos todos los viernes y domingos).


Sólo me faltan siete días para coger vacaciones y dejar de levantarme antes que los gallos (6:30 horas). Aunque luego me pueda levantar a las 11:00 horas o así, el resto del día seguiré soñando con el oro y con conseguir una entrada para la final de Madrid...


NOTA: Como se me ha olvidado el e-mail de Lolo, aprovecho para pedirle desde aquí a él y a Damián unas fotillos de Anystar para ilustrar el artículo anterior. UN ABRAZO.