martes, 17 de febrero de 2009

Un 10 para Rudy Fernández


Mereció la pena quedarse hasta las cinco de la mañana despierto. Mereció la pena combatir el sueño profundo que tenía, tras haber cubierto el Congreso de Gestores Administrativos, para presenciar uno de los homenajes más emotivos que se recuerdan en el deporte de la canasta. Después de un aburrido concurso de habilidades y un soporífero 'challenge' de triples, llegaron los matadores.


Dwight Howard, con sonrisa Profidén incluida, daba por hecho que iba a llegar a la final a base de músculo y espectáculo. Nate Robinson se sabía ganador gracias a su 1,70 (¿Cómo es posible que este tío pueda llevarse tanto rato en el aire?). Antes que el base de los Knicks, sólo Spud Webb, un negrito todavía más bajito, pudo desafiar a las leyes de la gravedad, ganándole el concurso a su compañero en los Atlanta Hawks y experto 'slam dunker' Dominique Wilkins. Y, por fin, apareció la carita aniñada de Rudy. Rodolfo es un jugador que engaña: cualquiera que lo vea, a primera vista, parece el típico pijo de Los Remedios, que viste ropa de marca y habla recreándose en las 'eses'. Sin embargo, no lo subestimes nunca, porque Fernández se convierte en un baloncestista letal cuando empieza el partido. Puede hacerte un ocho penetrando, anotando de tres o dando grandes asistencias al aprovecharse del sobremarcaje.


Pues bien, este fino jugador, con barba de tres días en plan 'George Michael', se disponía a hacer su primer mate, a rubricar el hito histórico que supone que el primer europeo que disputa un concurso de mates (y uno de los pocos blancos de la historia) sea español, de Mallorca para más señas.


Nadie podía imaginarse lo que tenía preparado. Mientras otros se preocupaban de que la capa de Supermán estuviera reluciente, o de pulir la kryptonita, Rudy se despojó de su camiseta y mostró el número 10. Sí, amigos, el 10 de FERNANDO MARTÍN, segundo jugador europeo de la historia en jugar en la NBA y primer español en cruzar el charco. De repente, el círculo se cerró. Hace casi 20 años que nos dejó el genio protestón, aquel físico adelantado a su época que tiraba ganchos a tablero como nadie, un Felipe Reyes de la época que cogía el doble de rebotes que Romay midiendo 15 centímetros menos.


Rodolfo Fernández se hizo más grande si cabe cuando voló para coger un autopase por la espalda a tablero y esmachar a una mano con el apellido Martín a la espalda. Se me pusieron los vellos de punta y los ojos vidriosos. Por eso España casi le gana en la final de la Olimpiada a Estados Unidos, una selección manifiestamente mejor en ese momento, repleta de estrellas mundiales y de futuros mitos de este deporte. Es muy sencillo: los Gasol, Jiménez, Garbajosa, Rudy y compañía saben de dónde vienen y hacia dónde van. Son buenas personas que hacen buenas cosas y, entre ellas, resalta, gracias a Dios, jugar a baloncesto.


No sé si se le ocurrió a Fernández o se lo dijo su padre o el presidente de la FEB o lo leyó en internet. Pero esa imagen quedará imborrable para la posteridad. Y los ignorantes todavía se preguntan quién demonios era ese tal Martín, ¿Ricky Martin? ¿Martín Alonso Pinzón? No, hijos míos. Era Fernando, que en algún lugar del universo, habrá sonreído, teniendo la certeza de que ningún accidente de coche podrá borrar un legado, una leyenda. Y también sabe que personas como Rudy, con su aparente desgana a la hora de hablar y su mandíbula doblada, hacen grande el deporte y reconcilian a este cronista con el mundo. Muchas gracias, Rodolfo.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Hermosilla canción


Siguiendo con la serie de cantautores 'menores', rompo otra lanza en favor de un onubense afincado en Barcelona como es Pedro Javier Hermosilla, el autor de la tremenda 'Por un ratito en tus oídos' y 'Flores en el cielo'. El amuleto de agua errante continúa abriéndose paso entre la desidia de los jerifaltes de las discográficas y la crisis general de ideas y contenidos que vivimos en la actualidad.


Hermosilla sigue promocionando su 'umplugged', pero ya va siendo hora de que saque nuevo disco y de que tenga la promoción en radio, TV y prensa que se merece. Y para la historia quedará mi tercer puesto en el Concurso de Karaoke de la Feria de Santiponce 2006 cantando 'Por un ratito en tus oídos'. Sólo pudo conmigo un colega que cantaba en un grupo de flamenquito que bordó 'Noches de Bohemia' y un enchufado de la organización, un poncino que eligió una de Eros Ramazzotti y, claro, así también gano yo. Todos sabemos poner voz nasal, ¿no? Aunque sea tapándote la nariz con los dedos o con unas pinzas.


Amenazo con volver a presentarme para conseguir el oro (ése que vamos a conseguir este año en Katowice), esta vez con una del mítico Roberto Carlos, 'El gato azul' o 'Amigo'. Hermosillas canciones, ¿verdad, amigos míos? Por cierto, un diez para mi amigo Jesús Pulido, que tiene un blog cojonudo de obligada consulta. Su dirección está en mi listado recién inaugurado.

martes, 3 de febrero de 2009

¿Y CÓMO ES ÉL?


Después de hacer uno de mis mejores partidos desde que pertenezco a ese club de abnegados baloncestistas maduros que se llama CB Pajartillo, me dispuse a hacer el itinerario diario en internet: infojobs, infoempleo, oficina virtual del SAE, computrabajo, mi correo de hotmail, marca.com... Y, como siempre, busqué en la carpeta de archivos bajados la canción perfecta para ese momento del día. Con alegría, me di cuenta de que el directo de José Luis Perales ya estaba listo, recién salido del disco duro de algún individuo sensible y nostálgico, como yo.


Pues bien, usé el maravilloso Windows Media Player para escuchar uno de los mejores himnos del desamor en español, una canción que te pone los pelos como escarpias aunque seas el tipo más duro de la banda. ¿Creéis que Roger Federer lloró por haber perdido con Nadal? Qué va. Lo que pasa es que, en ese instante, a alguien del público le sonó el móvil y tenía como politono "¿Y cómo es él?", del gran Perales.


De repente, me vinieron muchos recuerdos de la infancia, cuando mi hermano estaba de 'burundeo' con su primera novia y se ponía todas las tardes una cinta BASF con los grandes éxitos de un hombrecito que cantaba de una manera peculiar: doblando la cabeza y encogiéndose de hombros (véase la excelsa imitación de Josema en la época dorada de Martes y 13). Era Perales, un compositor que un buen día decidió que ya estaba bien de que las grandes estrellas del momento cantaran sus canciones (Rocío Jurado, Raphael, Julio Iglesias...). Un ingeniero tímido denostado por muchos que no tuvo la capacidad de venderse a sí mismo como otros de su generación. Tampoco se plegó nunca a ningún requisito comercial, nunca hizo canciones en plan 'Queco'. Toda su obra está repleta de sentimiento, desde 'Celos de mi guitarra' (¡Qué bonito ha sido recordarla hoy, con agujetas y todo!) hasta 'Un velero llamado libertad', pasando por 'Amada mía'.


En unos tiempos de 'revivals', en los que hasta Pablo Abraira está preparando un disco nuevo, hay que reivindicar a José Luis, un dechado de candidez y uno de los últimos jinetes de la canción española concebida como arte simple nacido de la inspiración espontánea, no un producto de laboratorio que se evapora entre tus manos por su inconsistencia, como Luis Fonsi o Melendi.


Usando un símil baloncestístico, mientras Carlos Baute se quedará siempre en la puerta, por mucho que menee compulsivamente sus caderitas, Perales entrará en la casa de mi corazón hasta la cocina. Os invito a que os bajéis 'PERALES: 35 AÑOS. EN DIRECTO' para recordar que España no sólo es una potencia en tenis y basket. También lo es en la música, en la balada, en la sinuosidad de una voz, en la descripción de los diferentes estadios del amor. Mientras pienso en la cantidad de triples que he metido hoy (creo que han sido siete u ocho), no dejo de emocionarme con canciones de ayer, hoy y siempre.