lunes, 22 de octubre de 2007

Un verdugo de otros tiempos


Retrospección: Solozábal sube el balón y ordena jugada; Epi corta por la zona, recibe, finta y sufre un gorrazo de Tachenko. Contraataque de color rojo intenso. Valters lleva la hoz y Kurtinaitis, el martillo pilón. Final del encuentro. La URSS gana a España 112-76 (sic).


Rimas, contemplado en toda su humanidad y sin bigote, impone un respeto ancestral. Su muñeca prodigiosa, valedora de muchos títulos, se une ahora a su carácter ganador en los banquillos de Lituania. A diferencia de Obradovic, fue él quien me echó el brazo por encima y no al revés. Fue lo más cerca que me quedé de oler a Sabonis. Pero Rimas es una leyenda viva de este "puto deporte que tanto me gusta", como diría otro mito (éste de las canchas de madera, hierro y jaramagos) llamado Olivares. Rimas, el gran poeta de la cesta, comprobó el cálido sabor del bronce, mientras otros teníamos una mala digestión de plata. Huelva y Vilna se dieron la mano en una imagen para la historia: la mano obediente y adusta del admirable baloncesto soviético versus la manita que no se rinde ni en el Estrada, ni en el San Pablo, ni siquiera en el Plantinar.

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