miércoles, 14 de octubre de 2009

La destrucción de un pabellón mítico


Ciudad Deportiva. Año 1999. Los 500 aficionados rugen como si fueran 5.000. Saca Lobato guiado por las indicaciones numéricas bajo cuerda de Óscar Villegas. En cancha a la espera del misil, Miltcho Milanov, Fran González, Rubén Barba y el inefable Danny Pointe. Enfrente, todo un Unicaja Almería. A finales del siglo XX, el voleibol se convirtió en un milagro noche tras noche en Huelva con un equipo guerrero que, con la batuta firme de José María Benabat, logró el hito histórico de jugar en Europa.
Es sólo un ejemplo de la historia, de los momentos inolvidables que hemos vivido muchos onubenses en el pabellón cubierto de la Ciudad Deportiva, que tiene fecha de defunción. Sí. En tiempos de crisis, los responsables de la Consejería de Comercio, Turismo y Deporte y la empresa que tiene asignada su gestión, IDH, han tenido la genial idea de derribar no sólo el pabellón, sino todas las instalaciones con el fin de levantar edificios nuevos, nuevas y lujosas salas para que los nuevos ricos practiquen 'body-pump' y nuevas fotos donde figurar.

Señores míos, no confundan el progreso con la mala gestión. Una reforma del pabellón actual, que ha albergado campeonatos de España de tenis de mesa y de bádminton durante cerca de medio siglo, habría sido suficiente y mucho más barato que tirarlo todo por tierra para levantar un conglomerado nuevo, sí; bonito, sí; reluciente, sí; pero sin el encanto ni el valor histórico que tiene la actual Ciudad Deportiva, que ya fue rehabilitada y reestructurada hace pocos años. Hay otro problema. Una trabajadora de la instalación me asegura que no sabe si el proyecto contempla la construcción de un nuevo pabellón cubierto con canastas. Me cuesta creerlo. Durante los meses que dure la obra, ¿qué hacemos los socios que practicamos baloncesto? ¿Jugar en la pista de fuera, en la que nosotros mismos tenemos que colocar las canastas en su sitio, porque se encuentran arrinconadas? ¿Y si llueve? ¿Nos metemos en el gimnasio a tirar pesas al cesto de la ropa sucia? Hace pocos días fui a jugar con mis amigos una pachanga, como cada domingo que regreso a mi ciudad, y nos encontramos con que el sistema hidráulico de subida y bajada de las canastas "estaba estropeado" (sic). Supongo que están ya preparando el terreno para quitarse de en medio a los pesados del basket y poder lanzar cuanto antes la bola de la demolición. Pero no sólo es el derribo de un edificio. También es un dardo contra nuestros sentimientos más profundos. Contra los partidos a rey de pista que jugábamos hace 20 años. Contra figuras del deporte nacional, como el jugador de bádminton Carlos Longo, que empezó a obtener los primeros éxitos en el pabellón del Conquero. Es la demolición del respeto para levantar nuevos 'O2', nuevos centros de alto rendimiento con cristales transparentes, máquinas monstruosas, bebidas energéticas repletas de productos químicos de dudosa procedencia y culto al deporte individual y monitorizado. El objetivo último, seguramente, será multiplicar por dos o por tres la cuota de abonado.
Me gustaría saber cómo se pondrían los sevillanos si, de buenas a primeras, el Ayuntamiento de Sevilla decidiera derribar el pabellón de San Pablo para crear un centro de 'fitness'. ¡No podemos ser tan conformistas con las decisiones de nuestros políticos! Hay que hacerles ver, con argumentos, que los proyectos pueden ser modificados y que algunas decisiones pueden ser erróneas.

Vivimos en la cultura de lo nuevo. Lo nuevo siempre parece más bueno a ojos del capitalismo y no es así. Con un cambio de parqué y una limpieza de aros, tableros y gradas sería suficiente para dar lustre al lugar donde nos hemos dejado nuestro esfuerzo físico en las Ligas del Patronato, nuestras risas, nuestros amigos... Desgraciadamente, si la obra faraónica se consuma, lanzaré mi carné de socio al vacío desde lo alto del Conquero y no volveré a subir más la cuesta de la barriada del Carmen para encontrarme con Lolo, Miguel, Damián, David y Pedro.

La Ciudad Deportiva empezó a construirse en 1962. El obstáculo más complicado de la fase de construcción fue el desmonte de una elevada cantidad de toneladas de tierra en las laderas circundantes. En la sesión plenaria del 15 de junio de 1964, el Consejo Provincial de Huelva, por aclamación, acordó otorgarle el nombre de 'Ciudad Deportiva del Movimiento Camarada Pérez Cubillas'. 45 años después, quieren que el sueño de aquel Gobernador civil -que luego daría nombre a una barriada con pesado tráfico- de construir un lugar donde amigos y familiares, jóvenes y maduros, pudiesen reunirse en torno a un balón, se convierta en pesadilla.
En la página web de la Empresa Pública de Deporte Andaluz definen así a la Ciudad Deportiva: "Está destinada preferentemente al deporte para todos. Actualmente se encuentra inmersa en un proceso de profunda transformación con la incorporación de elementos destinados al deporte salud". Pues bien, amigos míos, la sentencia no se cumple, ya que los aficionados al baloncesto, al tenis de mesa y al bádminton, entre otras actividades, se quedarán para siempre sin un sitio mítico donde practicar su deporte favorito. Tenemos la certeza de que aquella Arcadia romántica está abocada a la desaparición y, en su lugar, nacerá un cubo frío donde las gentes pudientes podrán hacerse masajes, 'peelings', baños de burbujas y programas dietéticos. Y luego querremos despuntar en los deportes de equipo.
Creo que en Huelva -y en España en general- tenemos ya suficientes gimnasios 'megamodernos' como para convertir un lugar de deportes de equipo en una caja gigante de bicicletas estáticas con música hortera. Vamos a evitar en lo posible la robotización de las personas. Un ejemplo de que las cosas se pueden hacer de otra manera es el pabellón Andrés Estrada, que sufre actualmente una remodelación necesaria. No hace falta tirar abajo la legendaria cancha en la que el Ciudad de Huelva ascendió a la ACB. Vale con lavarle la cara y cambiarle la ropa. Otra historia distinta es la lamentable gestión municipal del Patronato de Deportes. Lo dejo para otro artículo. Si Pérez Cubillas levantara la cabeza...

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