jueves, 20 de septiembre de 2007

Congelar el instante


En ocasiones, nuestra mente desea vivir y revivir momentos tan felices que deberían quedarse para siempre en un marco dentro de la pared del cerebro. Otras veces, hubieras deseado congelar el instante de un hecho eternamente para no tener que presenciar las consecuencias o, simplemente, el fatídico desenlace.


Me he quedado patidifuso hoy, cuando entro en marca.com, como todos los días, hurgo un poco en las fotos oficiales del Eurobasket 2007... Y me encuentro con esto. La congelación de un segundo maldito para el que no estábamos preparados y la prueba inequívoca de que 'Paco was here'. Sï, amigos, después de muchos dimes y diretes y comeduras de coco, después de haber estado en Madrid una semana y haber visto sólo las semis en Santiponce, algo en mi interior me dictaminó que tenía que regresar para vivir un hecho histórico. Sí, lo fue. Pero de la historia negra de nuestro baloncesto, como la canasta de Christian Welp en 1993; el triple fallado por Margall ante Australia en los cuartos de final de Seúl 88; el tirito de tres que se cascó Mike Smith (que no tocó ni aro) ante sí, sí... ¡Rusia! en el Eurobasket de Barcelona 97; la oportunidad perdida en Atenas 2004 por culpa de Mario Pesquera al sentar siete minutos a Garbajosa en el último cuarto y olvidarse de Yebra e Iturbe; el fallo de Calderón en el último segundo ante Alemania en las semis de hace dos años en Belgrado... Demasiados antecedentes de mal agüero.


Como iba diciendo, allá que nos fuimos Laura y yo en el AVE de las 18:00 horas a vivir un domingo de gloria bendita. Si ganaba España, pasaríamos la noche en vela más llevadera de la historia, ya que no podíamos presentarnos en casa de mi amigo Juanma a las tres de la mañana tras las celebraciones que nunca existieron. Y cogíamos el AVE de vuelta a las 6:30 horas y, a las 9:30... ¡A currar de vuelta de vacaciones, nada más y nada menos!


En cuanto llegamos a Atocha (20:25 horas), se palpaba el ambiente de las grandes citas: el gentío, ataviado de rojo pasión, se revolvía en las estaciones de metro con dos únicos destinos: el Palacio y Plaza Colón. Me llegaron a ofrecer dos entradas para la final por 600 euros, pero ya me había gastado 500 en los dos abonos anteriores más la comida en Madrid, etc, etc... Así que decidimos ir directamente al epicentro de la fiesta.


Cogimos un sitio magnífico (como se puede apreciar en la foto) y comulgamos con una afición más entregada allí que en el Palacio, por lo que pude comprobar luego en el vídeo. No faltaban los litros de alcohol corriendo por las venas de la muchachada. "¡¡Animad, coñoooo!! ¡Viva Españaaaaaaa!", gritaba un chaval gallego que llevaba once cubatas pal cuerpo. "¡Hazme una foto, una fotoooo, fotógrafo hijo de puta!", gritaba un grupito de niñas enloquecidas y maleducadas por la presencia de los medios, importándoles un pimiento que el globo de la EÑE se estuviera pinchando poquito a poco.


Pasaban los minutos y la gente se agolpaba en torno a un escenario más propio de un concierto de Hombres G que de un equipo que estaba dando un recital de rock duro en la cancha. Bebíamos agua, nos abrazábamos, me comía las uñas, me sentía presa por momentos de algún objetivo ávido de captar el drama, soportaba los gritos inhumanos en mi oído de algún madrileño bestiajo... No paraba de pensar: "¡Qué suerte hemos tenido! ¡Qué buen sitio hemos cogido para vivir una celebración inolvidable!".


Ése fue mi error y el de toda España. En mi caso, creía ciegamente que íbamos a ganar contra viento y marea por el carácter ganador del grupo en momentos difíciles. Pero Gasol perdió el balón decisivo, Berni no salió a marcar a Holden, Calderón cayó en la finta y el churro se convirtió en porra. Y llegamos al momento de la foto. He visto una instantánea que recoge el momento en el que el balón estaba dentro del aro. He soñado que grito, pero de alegría, porque el cuero traspasa la red. He visualizado que tocamos a los héroes desde nuestra posición privilegiada y cantábamos juntos el himno de Queen...


Lástima que Laura no salga en la foto. Su imagen también era la de la tragedia, llevándose las manos a la cara. Tras un prolongado silencio, los jóvenes comenzaron a irse del lugar. El animador reconoció que los jugadores no iban a ir a la Plaza Colón y los que veníamos de fuera esa noche sentimos que habíamos tirado nuestro tiempo y nuestro dinero. Pero, ¿y si la pelotita hubiera entrado? Había que apostar por estos chicos después de tantos años de quedarnos en la fase plataforma del orgasmo.


Eran las 0:00 horas y la parte buena era que podíamos irnos a casa de Juanma a dormir unas horas antes del lánguido regreso a casa. Estoy deseando que llegue la Olimpiada para quitarme este partido-pesadilla de la cabeza. Lo mejor será echar una pachanga esta noche con los zombies de Santiponce.

1 comentario:

Ledem dijo...

Por esto yo siempre veo las cosas en la tele. Puede que sea menos emocionante, pero en casa se ve mejor. Lo siento Paco.