lunes, 17 de septiembre de 2007

El tiro de la verdad


En muchas ocasiones he sentido la adrenalina del tiro de la verdad (para Lolo, el triple). Ajustas la concentración, haces un bloqueo, pides el balón, lo botas un poco y se te abren varias opciones de repente: "Penetrar y hacer una bandeja; penetrar y tirar un lanzamiento a tres metros en suspensión; driblar y lanzar de tres; driblar, atraer a dos defensores y doblarla a un compañero en el último segundo...". Y tienes que tomar una determinación a velocidad de vértigo. Unas veces sale bien y otras no tan bien.


Cuando la metes y llegas a 20 puntos (o a 40 o a 60 o a 120) en una pachanga en el San Pablo, el subidón es curioso. La satisfacción del logro en equipo y de sentirte importante, respetado, dentro de un grupo. La alegría del trabajo bien hecho con las palmaditas de los amigos como premio incomparable. Cuando la fallas, piensas que, al fin y a al cabo, has hecho un poco de deporte, has departido con los colegas y luego te has tomado un Sandevid la mar de a gusto.


Más o menos eso se le pasó por la cabeza a Pau ayer por la noche. Muchos caminos, una decisión a 120 pulsaciones por minuto. Y con la responsabilidad de quedar bien ante todo el continente, ante una afición convenida y poco pasional que siempre será mejor que esos advenedizos con gafas de sol que no son bienvenidos en el deporte de la canasta, por mucho que José Luis Sáez se empeñe.


El baloncesto se mama en la calle, en las canchas de albero y red rota. En un polideportivo renqueante de Villanueva de la Serena y en las pistas 'underground' de Málaga capital. En el viejo Magariños y en las canastas marciales de Torrejón de Ardoz. Y ese amor por el juego que les hizo, nos hizo, campeones del mundo está muy por encima de adláteres que no pagan un duro por sentarse en los mejores sitios y que están más preocupados por la copa del descanso que por los tiros libres que esta fallando España, clave en nuestra derrota de ayer.


Ayer... El pasado hoy está muy presente. Nunca había visto un partido (y habré visto miles de encuentros en mi vida) en el que toda la enjundia quedara tan fuertemente plasmada. La miel del tiro que entra llorando y la dura hiel, la corona de espinos del lanzamiento que se sale de dentro. Y todo en 10 segundos. Los rusos no tenían nada que perder y por eso afrontaron los últimos minutos en plan kamikaze. Los españoles llevaban semanas con el oro colgado del cuello por culpa de ese maldito entramado de marketing (prensa, ojeadores, asesores, publicistas, patrocinadores, compromisos sociales, intereses políticos y demás paparruchas que no tienen nada que ver con el juego) que se han empeñado en crear alrededor de una piña de gente sencilla.


No quiero que la sofisticación de la Fórmula 1 ni del tenis llegue al baloncesto. No quiero almodóvares ni gente guapa en mi deporte. Eso queda muy bien en los boxes de Ferrari y McLaren, para hacer más llevadera la monotonía de las carreras (por algo dejé de jugar al Scalextric). Los periodistas también tenemos culpa de esta plata quemada. Y, sobre todo, los idiotas que rigen los grandes medios de comunicación. ¿A qué alto ejecutivo (o no tan alto) se le ocurrió que Mariano Rajoy debería de escribir de basket? ¿Quién es el lumbreras que le propuso a Felipe que escribiera un diario en MARCA, como si fuera Espido Freire? ¿Y a Calderón en EL MUNDO? ¿Y a Cabezas en LA OPINIÓN DE MÁLAGA? ¿Y los mensajitos de móvil de Berni y Mumbrú? ¿Y el rodaje de tantos anuncios? ¿Y las visitas a los enfermos? ¿Y las entrevistas diarias del cansino Montes a Pau a la hora de la siestas, cuando todos sus compañeros ya descansaban? ¿Y las atenciones continuas a los fans que siempre pululaban por el hotel, día tras día? Fotito, autógrafo, palmaditas... Vamos, la primera parte de Rocky III. La pérdida del ojo del tigre ante tanto papel de celofán y vaselina.


Si los hubiéramos aislado de ese entorno tan dañino que yo viví muy de cerca durante nueve días, las meigas habrían dictaminado que el baloncito pegase tres botecitos en el aro y acabara entrando. Porque los horarios han sido de locos (jugar todos los días a las 21:30 horas por culpa de cierto payaso que dirige cierta televisión) y algunos jugadores han tenido insomnio durante todo el torneo. Por un lado, me ha gustado que La Sexta retransmita todo el Eurobasket. Lo que ya me gusta menos es ese autobombo insoportable. A partir de ahora, la llamaré 'La Secta'.


Y el buen rollo entre jugadores y cuerpo técnico está bien... Pero hasta cierto punto. Cuando un entrenador tiene que sentar a un NBA, pues lo sienta. No pasa nada. Era curioso ver ayer a un técnico y a otro. Mientras Pepu hacía de hermanita de la caridad con su principal estrella, Blatt le metía un broncazo en la oreja al americano que juega con Rusia. Sí, sí, el mismo que metió el tirito a lo 'Tim Hardaway' que no olvidaremos nunca.


La importancia del tiro de la verdad. El horror. El miedo. La injusticia. La temeridad. La ansiedad. Los complejos. El temblor de piernas... Para hacer un buen papel en la próxima Olimpiada, España tiene que volver a los orígenes, alejarse del glamour de los focos y las canchas de charol con butacones de discoteca de lujo para regresar al cemento, a los aros deformados y al espíritu burlón, morboso, del juego en sí mismo.


2 comentarios:

Manolo Olivares dijo...

De acuerdo contigo al 1000 x 100. Nunca un triunfo (que hubiese consolidado para siempre a este equipo como el mejor de la historia del basket patrio) estuvo tan cerca y nunca se fue de una manera tan futil.

Añadiría, si se me permite, que quizás se debieron ganar todos los partidos con facilidad (España tenia un GRAN equipo y no había rivales, el nivel era bajo), pero para eso hacia falta estar concentrados y defender los 40 minutos en lugar de pensar que los partidos se iban a ganar por ciencia infusa.

Patriice dijo...

Reconozco que del Eurobasket vi poco. Algunos partidos del comienzo, siempre gracias a mi padre, el hombre que no le hace ascos a ningún deporte [incríble]. Pero me encantó tu llamada desde la cancha y fuiste la única persona de la que me acordé cuando supe de la derrota de España y de la existencia de ese tiro de la verdad. Quizá era necesario...no? Para desquitarse de todo esa parafernalia que, como bien dices, ha despistado o desnortado al equipo. Así el baloncesto volverá a ser tuyo, bueno, vuestro. De ese grupo, también con su punto Secta [no toda la culpa va a ser de miliquito]. besos guapo.